Relato sobre tradiciones en Genevilla

A finales de Julio cantan las codornices, sale la flor del tabaco, el riego a manta y llega la recompensa al trabajo bien hecho, la cosecha del cereal. La siega, desorillar, las hoces con las zoquetas (no con los zoquetes), los hacillos y uncir los bueyes, el caballo, las mulas y los machos. Acarrear. Las eras, la parba, los trillos, ablentar al aire… menudo trajín.

Después vino la segadora, luego la atadora (cuando ataba). Los hacillos de trigo llenos de cardos. Acarrear con el carro y las picas al amanecer con la fresca para que el grano no se cayera de la espiga. Las eras, el trajín de los trillos, la parva al aire, ablentar, amontonar la paja, un hervidero de gente y animales para pocos kilos de grano…

Luego llegó la trilladora. ¡Qué invento! Movido con la polea del tractor o con motor propio. Los tubos para la paja penetrando por las ventanas de los pajares.

La bota de vino. Los mixtos y los celtas. Los niños pisando la paja en los pajares, o en la pajera, con los mocos negros del polvo. Trago de agua en la fuente nueva. Los hombres cargando los sacos de trigo al hombro subiendo a los alorines en los altos de cada casa.

Cuando estaba húmedo, se esparcía por el frontón del pueblo haciendo separaciones o eras para que se secase, a los niños nos mandaban a darle vuelta con la pala de madera. Nos fastidiaban el juego del “puche” en el frontón.

Un mes de locura. La Siesta, el puche en el frontón, a por cangrejos a mano o bañarnos en el Ega, a tirarnos en el “trampolín”. Qué trampolín: La raíz de roble de la poza de los bueyes.

Nos tirábamos con latas o chapas por la cuesta del Sr. Gervasio Eraso, siempre íbamos a parar a la misma piedra de la era del Sr. Emilio. Salía la Sra. Rubia enfurruñada y nos decía con cara de pocos amigos…. “chiquillos de los cojones, jodiendo la siesta a los mayores…

El carrillo de rodamientos, era nuestro vehículo .Teníamos carnet de primera.

El Sr. Gervasio hacía escobas de biércol para todo el pueblo de Genevilla, un arte, una tradición ancestral que ha desaparecido.

Jugábamos a médicos, al chorro morro pico tallo qué, hacíamos casetas con juncos en las parcelas mientras las vacas pastaban. Hacer casetas en los Morales, casetas subterráneas que nos ocultaba de nuestros padres cuando fumábamos las bergazas. Cuevas que alguien aprovechó para enterrar una cocha muerta, y nos fastidió el invento y nuestra guarida. A alguien le vino muy bien para no perder tiempo en cavar el agujero, ya lo teníamos hecho nosotros, nos fastidió el chollo.

Guerras de mosqueteros en el Enciendo, todo el verano se iban desarrollando escaramuzas, en los dos bandos: El barrio de arriba y el barrio de abajo. El cuartel general de los de abajo era los cortines de la casa de Serapio. El polvorín de armas de madera de los de arriba, en los cortines del herrador, el Sr. Fausto Eraso.

Hay un acontecimiento que ocurrió en Septiembre del año 1969 y que hoy recordamos y “celebramos”, los excombatientes de la generación de finales de los años 50. Niños del barrio de arriba y del barrio de abajo, niños ahora de 60 añicos.

El campo de batalla fue el Enciendo. El Tabaco del Enciendo del Sr. Luis Crespo “El Coroso”. Espadas de madera de teguillo. Arcos de mimbre, escudos varios. Los mosqueteros de Genevilla.

A la hora de la siesta nos reuníamos en las campas del Encinedo. La Historia empezó un verano del año 1969. Peleando como veíamos en la televisión a Dartañán y compañía. Terminó corriendo cada uno como pudo a esconderse de los golpes en el bosque de tabaco a punto de la recogida del Sr. Luis del Coroso. No hubo vencedores ni vencidos, ni bajas, pero sí hubo daños colaterales en la plantación de tabaco que nunca nos perdonaría el Coroso, y con toda la razón.

Llega la Virgen de Agosto, fiestas de Marañón, a beber zurracapote. Volvíamos por el Camino Cabredo, bastante más estropeaos que a la ida.

Los perros están nerviosos, como los amos para salir a los rastrojos. Festivo. Perchas de codornices. Pero primero la misa… La misa de Don Pedro del día anterior… perdonaba la del día siguiente. La misa de la Virgen, para los cazadores, se llamaba…

En el Bar del pueblo “El Centro” el tema de conversación. Este año va ser bueno, “paice” que hay mucho pajurrero y salen muchas “cornices” en la siega. Por La Antanilla y el Bao se ven bastantes decía Félix Abaigar, pastor donde los haya, más de 1000 ovejas.

El Chato del Herrador avisaba siempre: “Ojo con los pollos y las de las patas rojaaaasss”.

Los perros a veces salían solos a cazar, se notaba nerviosismo. Las primeras flores del tabaco empiezan a asomar. El riego “a manta” era el trabajo diario. Venían los Vascos, no había coto. La Guardia Civil al acecho, que si en Navarra no se abre hasta el próximo fin de semana, que si se meten los perros y nos joden el tabaco, las alubias, que se meten en el regadío… siempre había líos.

Había rivalidad con las perchas que se colgaban los cazadores. A veces se ponían las del día anterior, a ver quién la tenía más grande y sacaba pecho. La fiebre de las codornices duraba quince días.

Llega finales de Agosto y Septiembre, y cambia totalmente el ambiente. Empieza la recolección del tabaco. A cortarlo a la mañana para que se lacee para el mediodía. Atar en la pieza la plantas con cuerdas de atadora. Postura jodida para los riñones. La mayoría de calles se cortaban, había tabaco en suelo para subir a los secaderos de las casas. Manaba menos agua en el nacedero. Se riega menos. Huele a pimientos, a pochas, a alubias, a tomate, a ciruelas, a colgaderos de tabaco. El carro y el macho del tío Felipe con tabaco, siempre tenía que ser el primero, y el de Labraza el último.

A quitarle avellanas al Crescencio en el Bao, con mucho ojo y cuidado, y siempre alguno de nosotros de vigilante, que tenía buena correa y bastante genio y era el Alcalde.

Se había acabado con la corta y el cuelgue del tabaco en los secaderos. Empezaba la recogida de la patata, huele a chozas, a palomas ¡Que vienen las torcaces! La paloma torcaz, ése ave que su vuelo nos fascina y su carne nos encanta. En otoño, numerosas especies y aves del norte y centro de Europa se dirigen hacia el sur (Península Ibérica y África). Huyen de los fríos polares y de los suelos helados y cubiertos de nieve, donde es difícil encontrar alimento, para pasar el invierno en zonas mucho más acogedoras tanto a nivel de clima como de disponibilidad de alimento. El paso de la paloma. Desde siempre, la paloma se ha visto mucho en otoño en nuestra tierra. Esta tradición se remonta a antaño, hay documentos de caza de paloma torcaz de muy antiguo en puestos fijos con zumbel, señalados en los mapas del Gobierno de Navarra, desde tiempos inmemoriales.

Primero las zuritas y poco a poco pasan las bandadas de torcaces y de malvices mezcladas con charros y al final los pollos con las madres cierran la temporada.

Piques entre cazadores, arreglos secretos, traiciones, subastas de chozas, sesteo (que no siesteo) que era subir la sexta parte del valor de la última oferta de cualquier subasta y en el plazo de 6 días, había una opción de nueva subasta. Era algo que los vecinos del pueblo sabían y que daba lugar a negociaciones y a veces enfrentamientos entre zumbeleros, es un fuero que hoy persiste en Navarra.

Durante la partida de mus, de cuatro reyes, entre envido a mayor y pares y órdago siempre estaba en el ambiente el tema de las torcazas o torcaces. Que si tú no sabes, que si yo maté 3 de 1 tiro, que si las cojo con lazos en los árboles, que torcazas como las mías ninguna… Hubo una época que eran capaces los zumbeleros de poner lazos en los árboles y cogerlas vivas también, todo un arte.

La subasta de las chozas, era todo un acontecimiento. El Alcalde, el Sr. Telesforo, primero y el Sr. Crescencio después, abrían de par en par las antiguas ventanas de madera con cristalitos rugosos y una ventanuca de madera por donde se atendía a los vecinos el Sr. secretario “El tragaduros”. La abría de par en par para la ocasión y presentaba la subasta en tono solemne, con algún concejal de acompañante. Mis primeros recuerdos eran del Secretario y el Alcalde. Iban nombrando cada una de las chozas y entraba en escena el personaje más importante: El Alguacil. Primero el Manuel de la Malena, después Anselmo y luego José del Petisme, abriendo la ventanuca de madera, que ha desaparecido sin dejar rastro de la sala de juntas del ayuntamiento. Oficio este mal pagado y poco reconocido, iban por todo el pueblo hiciese frío, lloviese o nevase, avisando del bando del Alcalde, siempre con la corneta y empezando con la misma tonadilla: “¡De parte del Sr. Alcalde se hace saber…!”. Mi mayor reconocimiento a todos ellos, no es como ahora que ni se les oye y encima cobran.

Empieza la subasta: El Puerto… 10 duros, a ver… la cubro, la cubre Jose Manuel Eraso, confirma Anselmo, el Algüacil… Estas tres últimas se va a terminar, a la una, a las dos .….tanto, se oye, tanto del Herrero se oye, tanto otra vez el Chato, tanto del Fidel del Campsa, 2 más del Jose Manuel… Con desgana y moviendo la cabeza El Anselmo vueve a empezar… “Bueno, bueno, a ver, a la una… a las dos.. y a las chés pal Chato la choza del Puerto, paice que andáis flojos este año”.

Reputa, ésta era la choza más deseada del término de Genevilla. Y así una tras otra: la Lleca del Chape, Murillo, la Lleca del Tabernero, los Orcajos, Reputa, Pasomalo, el Vivero, las hortillas, las haiyas, el Puerto, el Portichuelo, las Escalas de Arriaba, Escalas de abajo, la Lleca,del tabernero,…

La sala de subastas servía antiguamente también de escuelas en los años 40, con el Sr. Maestro Juan Álvarez, con pocos medios, era tan básica que por no tener no tenían ni pizarra, pero de aquí salieron algunos lumbreras que después han tenido negocios y cargos de dirección en empresas, otros prosperaron siguiendo y agrandando la labranza de sus familias en Genevilla.

En el año 2011, se ha arreglado el edificio del antiguo Ayuntamiento y al levantar la cal de la pared, apareció lo que fue en su momento lo que hoy llamamos pizarra, un rectángulo de un metro por metro y medio de ancho, pintado en negro en la pared, un reflejo de los pocos medios de que disponían. El Ayuntamiento de Genevilla entonces gobernado por Esteban Echagoyen, decidió taparlo con lo que nos ha privado de un buen recuerdo.

Aquí en Genevilla los sucesivos Ayuntamientos han permitido destruir todo nuestro patrimonio, desde el pozo de lavar en la subida del molino, la ermita de Loreto, la ermita del Enciendo, la fuente de la iglesia que tenía una inscripción “preciosa” para nosotros ahora, en su momento no les haría ninguna gracia a los vecinos, de unas medidas de 1 metro y medio por 2 metros de ancho, que decía “PROHIBIDO LAVAR, FREGAR Y TIRAR OBJETOS BAJO MULTA DE 0,05 CENTIMOS” y después corregido a 0,50 céntimos (hablamos de pesetas).

Al Sr. Alcalde Esteban Echagoyen no le interesó los argumentos de varios de los vecinos del pueblo advirtiendo de dejar aquella inscripción como recuerdo. Decidió por su cuenta romper la inscripción y poner una fuente impersonal, privándonos a todos de este patrimonio que ya no hay manera de recuperar, eso sí en la plaza del juego al “puche” se puso un estorbo de fuente de las de pie.

Suelo de tarima, con tablas alargadas, onduladas de color ocre, gruñían y gemían al pisarlas. Mesas y sillas de madera, a la izquierda nuestro mejor patrimonio: La Biblioteca. Armarios verticales con cristales transparentes, que siempre nos venía bien para curiosear cuando nos aburría la espera, todos los libros y revistas que llegaban semanalmente las ordenaba la Sra. Ana Mari del Aragonés, recientemente desaparecida a los 102 años. Con cariño y dedicación nos hizo a los chavales y chavalas de la época grandes lectores y lectoras, lo que desde aquí agradecemos y creo que merece un buen reconocimiento de todos los chavales de 40-60 años de Genevilla.

A la derecha las ventanas que daban a las callejas del antiguo horno de pan. Sí, había un gran horno que se usaba para hacer pan, para todos los vecinos (otro día hablaremos del horno y sus funciones). Colgado en la pared, un cuadro de agradecimiento de los Reyes Navarros por la participación de los habitantes de Genevilla en las Navas de Tolosa contra los árabes, ha desaparecido.

Siendo niño, el tío Felipe Arriaga y el tío Félix Valencia, me invitaron a acompañarles al Vivero ¡yo era un crío! “Ala mocete, que ya estás pelechando, el sábado nos acompañas, a ver qué trazas pones”. Tendría 13 años. Se me hizo una semana eterna. Llegó el viernes a la noche, casi todos los amigos se quedaron en la plaza jugando al puche, yo me fui a la cama, nervioso y contento de que me dejasen ir a la choza… no les gusta llevar mocetes, solían decir.

En casa estaba la Sra Julia, una institución en Genevilla, a la que deberíamos poner a mi entender el nombre de una calle, por su dedicación altruista. Creo que la mayoría, nos hemos bajado los pantalones, acojonados de niños para que nos diese la botica una inyección. A cualquier hora dejaba todo y hervía sus agujas en la cazuela roja. Miedo nos daba que apareciese en nuestra casa. Desde aquí nuestro recuerdo, reconocimiento y agradecimiento.

Mi madre me preparó el zorrón con el bocadillo, agua y nueces “¡En el monte entra la gazuza y no hay lazenas me decía!”. Bajé con la legaña puesta todavía. Toda la noche escuchando al bubarro en el corral de los bueyes y las campanadas de la torre de la iglesia de San Esteban. Escuché cada una de ellas y siempre esperaba la repetición para asegurarme. Tic,Tac,Tic,Tac… el traqueteo del despertador de cuerda sonaba de fondo, pocas horas de sueño,… pero noche larga.

Llegaron las 6 y media… Ring, ring, ring, rong roooooooong… la alarma según sonaba con la vibración el reloj tomaba vida y se alejaba. De nuevo la voz de mi madre: “coge todo, que en el monte no hay lazenas”. Para cuando bajé a la calle, el Angelito y el Sr. Gervasio bajaban con las palomas de la casa del Tabernero, marcharían a la choza de la Lleca del Chape (cada choza guarda su historia y esta en particular en recuerdo del Sr Corres). El tío Felipe me esperaba con 6 palomas en el saco de nitrato de Chile. Las palomas durante la noche estaban en un palo plano bien hecho, con las pihuelas y sus botes de chapa remachados, uno para cada dos palomas, se ponían las elegidas en el palomar, normalmente se ponían las del año anterior y “chës o cuacho” pichones de Marzo. “Ala chiguito, a ver cómo zumbelean hoy… vaya trazas traes”. Todos salíamos del pueblo: el Amancio, al Olibastral, El Herrero, los Iturritxas y los Perez de Albeniz a la mejor, Reputa.

Reputa: Nombre de la zona, que da nombre a la choza aunque parezca mentira. Aquí se bautiza muchos lugares con nombres muy sugerentes: Pecho grande, El Ano, cantarranas, etc.

El faenas y el Mudo al Haya, el Crescencio y José Ramón en las Escalas de arriba, Jose Manuel «El Chato» al Puerto, el Fidel del Capsa a las Ahillas,, el Telesforo del molino a la Lleca del Chape, Murillo con el Sr. Marciano, El Roge, Félix, El Cundo estaban en Toledo en el Alamín. El Tomás en las Hortillas, Feliciano en Cantarranas, El Paco en los Cascajos, El Manolín del Serapio en el Portichuelo, El Fortu y Santiaguito en …, había chozas e ilusión para todos.

Todos estábamos saliendo cada uno para su choza: La lleca del Chape, Murillo, La Lleca del Tabernero, los orcajos, Reputa, Pasomalo, el Vivero, las hortillas, las haillas, el Puerto, el Portichuelo, las Escalas de Arriaba, Escalas de Abajo, los Cascajos, la Solanal, etc…todas con su historia y sus curiosos nombres.

Salimos andando por la plaza. Fidel de Longinos ya tenía arrancado el camión, y el Sr. Félix Echagoyen preparando las ovejas. Ya había vida en el pueblo y no había amanecido. El Sr. Alberto de la Paulina estaba echando a la ovejas, Ramón y la Juli en la fuente cogiendo agua para los cerdos, Jaime del Amancio ya subía la cuesta de echar a los cerdos para coger las palomas y marchar para los cascajos con su hermano Carlos, los del Sr. Emilio marchaban a preparar tajo a los los peones para coger patatas, el Chuchín con sus ovejas, todo el mundo estaba en movimiento, los del Paulino con el Land Rover y los peones marchaban a los nogales, el Amado salía de casa Colores…

Pasamos por casa del Sr. Crescencio y la Mari, casa del Castor, la fuente vieja casa de Rubén del Pitín, las escuelas (inauguradas en 1959), arbitrios y la báscula. Era de noche ciega, seguimos por la tapia del cementerio, El Cristo, la ermita del Encinedo,… vaya rosada ha caído hoy, la pieza del Crescencio con las raíces por encima de la tierra hay cózcolos de maíz y raíces, de tabaco que ahora cuelgan de las puntas de los secaderos, para el tabaco de Gene. Antiguamente cuando eramos niños nos escondíamos aquí entre la viña del Sr. Marciano. Los castaños con sus cózcolos colgando, parecían espectros entre las sombras. Los roturos de Larrá, sembrados por los del Paulino, los del Emilio, y los del Crescencio, y los Harinas, y algo lleco que le habían pasado el estrepador.

Enfilamos el camino del vivero, con sus charcos, la tierra roja, se oía alguna aloya, se nos pegaba la zata en las botas, y algún zarrapote. “Hay mal tempero” comenta Felipe, igual nos entorcamos hoy. “No seas cerrojo, tira por la orilla, alicate, que eres un poco zorrote”.

El Vivero, cantera de Genevilla, el 80% de las casas de Genevilla están hechas de esta cantera de tierra y cascajo rojo, se sacaba la arena ¡a huevo!, ¡Arena del Vivero se decía!, alguna cueva de tasugo se veía.

Se empezaba a vislumbrar la claridad por Yoar, saltamos el regacho y después de media hora llegamos a lo que parecía una vereda entre el encinar del vivero, un poco ganchera por el frío. “No metas ruido chiquito!” me dijo el tío Félix Valencia… “A veces duerme alguna paloma en las encinas grandes”. Casi iba de punteras, se me aceleraba más aún el ritmo cardíaco.

Después de unos 100 metros de haber salido del camino y entrado en el monte, pasábamos por debajo de la encinas grandes. “Pues vaya hoy no han dormido aquí”… de repente al dejar los sacos y los zorrones, en el suelo de la choza, entreluces se oyó un ruido de alas entre las ramas, nos asustó a los “Chés”. Un revolotear de alas y ramas que nos hizo mirar a todos los sitios sin ver absolutamente nada,el corazón a 120. Eso eran palomas durmiendo en la encinas ¡Qué putas, luego no se pararán! maldecía el Pucherillo. Estaba amaneciendo, yo tenía ganchera en las manos y algo fresco y húmedo me corría por la nariz, moquillo helado. “Vaya chirgos traes mocete”,hay buena rosada.

Una construcción de troncos y ramas y una cubierta de bojes en exterior, iba a ser nuestra casa durante el día. De unos 10 metros cuadrados, con una especie de terraza cubierta y con mirador hacia el norte de donde se supone que vienen las torcaces porque a veces si hay niebla en El León Dormido, vienen de atrás, que por cierto, la única posibilidad de ver, son unos “bujeros” redondos de unos 10 cms de diámetro, las mirillas, que es por donde se mira donde se paran las torcaces y sacudirles.

Asiento de ramas secas con un saco viejo de nitrato de chile roto, todo un lujo en el monte. En el suelo del abrigaño, quedaban restos del día anterior de un leño mal quemado, era cisco ya. Junto en una misma pieza otro armazón de maderos, bien clavados cubiertos de ramas verdes de boj, camuflaban la choza en el entorno.

Cuerdas por todos los lados, dirigidas hacia los árboles que entraban por el techo de la choza, y cada cuerda respondía a una orden para cada paloma, así hasta 10-12 cuerdas. Debajo de nosotros en el Camino medio se oía un enorme rebaño de ovejas y al Sr. Félix chiflar al perro. “Anda Bochorno, ponlas mirando palante al Roblón una pal Puerto y pa la vuelta en la encina de abajo” comenta Felipe, “está el día aparente”.

Chiguito, ¡fíjate cómo se cogen las palomas!”. Las sacaba con cariño del saco, asegurándolas por las pihuelas, se las fue metiendo por dentro del jersey entre la ropa hasta coger “chés o cuacho”. Metiendo el jersey entre el cinto se aseguraba que no se escapaban. Sin darme cuenta, el tío Felipe estaba subiendo por algo parecido a una escalera de palos, de un umbión saltó arriba, no sé cómo se podía agarrar. Con todo el cariño y siempre hablándoles las iba colocándolas una a una en los zumbeles y sujetándolos con un palito de burrubiote a la cuerda de la pihuela, las dejaba en su rama. Así hasta la séptima paloma. “Vaya cisquera vamos a preparar hoy”.

Pero faltaba la reina: la torcaz en su orguera, tiesa, con sus plumas azuladas, inquieta, con su caperuza de cuero en la cabeza para no asustarse, en la parte más alta de la encina. Es la encargada de dar la última llamada, para que den la vuelta, siempre entran de cara al viento a posarse me decían.

Chiguito, haz fuego”, “chiguito tráeme,…”, “chiquito el vino”, “chiquito no hables”, “chiquito no te muevas, no hagas algún chandrío”, “mira bien, que tú las guipas pronto que eres joven…”,joder, joder, joderrrr,,,”. No me importaba…

Sentaos en el abrigaño, con los ojos clavados en el cielo, es curioso pero es imposible quitar la vista del cielo, parece que en cualquier momento te va a venir alguna bandada. Algunas veces, un grupo de mosquitos te terminan pareciendo palomas.

A la izquierda Cirripuentes, enfrente el Roblón, a la derecha Pasomalo, La dos Escalas, mirando a Mondaliendre, el Olivastral (que lleva el nombre de olivo silvestre, que servía para hacer los ejes de los carros).

Qué vienen, que vienen!, el corazón a 100 por hora, “¿dónde, dónde?”. Todos adentro y sin moverse, los ojos de crío filmaban cada movimiento del zumbelero. “Primero a las de delante, ya vienen, ssssss, quietos en las mirillas…, no te arrimes a las mirillas que te ven el movimiento de los ojos, joderrrrr”. “Ya dan la vuelta, ya vienen… quietos,… joderrrr, joderrr se van a cirripuentes, la madre que las pariooooo, se les van a parar a ellos”. “Quietos, quietos, que vienen 3, que vienen 3, que vienen, ya están, quietos. Se han paraos achás, sssss, ves alguna pregunta Felipe, yo ya veo, estás…” silencio, ni se respira, el tiempo se hace eterno. “Sí…”, ppuumm!… “un pareau, la mía ya ha caído”… “pues la mía también”.

Corre chiguito, una está aquí, esa será la mía”, dice Felipe. “Pues la mía ha caído seguro”, asiente el tío Félix. Salieron los dos porque no se fiaban de mí, “ababol que tiene que haber otra”, pero no apareció ninguna más. Le habían tirado los dos a la misma. Bueno por lo menos no se ha quedado herida. “Que bien nos ha salido el pareau”, se les veía felices.

Siempre había oído hablar del pareau, muchas veces al mudo (bueno oír no, pero gesticular sí), al faenas, al Felipe, al Jose Manuel el Chato. Todos alardeaban del pareau. Y doy fe que me impresionó oír solamente un tiro, a la voz de “¡estás!” de Félix y el “¡Sí!” del zumbelero, Felipe.

Fue el único disparo del día, pero me marcó para toda la vida. No importaba la paloma, me emociona pensando en los minutos, que a mí me parecieron horas, desde que se divisa la banda hasta que mueve suavemente la torcaz en la orguera que es la que hace el milagro. Es increíble. Se pararon las tres despistadas en nuestra encina. Mira que hay monte y encinas, y se van a parar a nuestro árbol. Esto es arte! Lo de menos es ¡cuántas habíamos cazado!

Teníamos un poco gazuza a media mañana, almorzamos, comimos, bebimos, me dieron vino… mi primer “chago de vino”, contaban historias de sus padres, de su suegro (el padre de la Puri), una institución en la caza de palomas en Genevilla. Horas hablando de “pedregadas, de cagatajos de abarcapueblos de zarramplines, del güesque, güeyao, del Molino quemao, que si los gardachos, que si las escobas de biércol, que si chucarrar al cocho, que vaya ciemo tenía en fiestas, que si la alcabala que se cobraba a los tenderos, la cirrilera que se agarraban cuando robaban las cerezas y luego se bebía agua, se acababa, turrutiau, cuando de choras y horas…” a mí me parecían películas de documentales de Rodríguez de Lafuente contadas en directo.

De chabales cogían un gardacho y lo quemaban vivo a ver qué hacía, cuando se jugaba a los bolos en el Juego Bolos, que son las callejas de la entrada al médico de ahora, cuando se bebía vino en casa del Sr. Eusebio y a veces vino chilindrín, que al parecer tenía más agua que otra cosa, aquél comediante que tenía menos luces que un caro de bueyes. La siembra del tabaco en San José en los poyos… las horas corrían rápidas.

Vimos varias bandas más:no anda aire y se van por el campo o por el cielo de altas, que putas”. Así se paso el día y volvimos cuando el sol se puso por Marañón, y al marchar para casa, nos calló una granizada tardía, Felipe no pudo reprimirse y dejó una frase que parecía sentenciar: “antes abandona la madre al hijo que la nieve al granizo chiquito, osea que la nieve viene pronto”.

Qué día!!! Nunca lo olvidaré, una paloma pero una gran experiencia. Historias de sacos de palomas cazadas, cada uno contaba la suya en el bar “el Centro”. Herencia, tradicción, su imagen en el escudo de Genevilla. Arte, pasión ancestral, astucia, paciencia, constancia, sabiduría. Vientos: gallego, norte, castellano, bochorno,…las zuristas, las torcaces.

Quiero defender desde aquí, el arte y las costumbres de las gentes de este pueblo de Genevilla, y de tantos y tantos pueblos que han ido dejando esta ancestral tradición, por la avaricia, y la mala gestión, y por la comodidad de disparar a las aves a vuelo, con lo que ésto conlleva para las palomeras tradicionales con ciegas, y zumbeles y orgueras, y a veces con lazos en las ramas.

Debería ser una tradición a mantener y conservar, ahora que lo único que importa es la caza rápida y sin ninguna preparación, eso se llama escopeteros, tiro al vuelo que lo único que hace es matar cantidad y dejar heridas a muchas aves que terminan en la boca de los raposos o podridas en el suelo de los encinales. Nuestros abuelos tiraban solamente a la paloma que iban a matar, un cartucho una paloma, por lo menos una, sino eran más de carambola.

Desde aquí queremos recordar a tantos vecinos de este pueblo de Genevilla que hicieron que hoy nos sintamos orgullosos, de sus costumbres, y y del legado que nos dejaron.

Gracias.