El tabaco, esa planta originaria de América, concretamente entre la zona andina de Perú y Ecuador cinco mil años antes de Cristo, de nombre nicotina tabacum. Además de fumarse, el tabaco se aspiraba por la nariz, se masticaba, se comía, se bebía, se untaba sobre el cuerpo, se usaba en gotas en los ojos y se usaba en enemas. Se usaba en ritos, como soplarlo sobre el rostro de guerreros antes de la lucha, se esparcía en campos antes de sembrar, se ofrecía a los dioses, se derramaba sobre las mujeres antes de una relación sexual, y tanto hombres como mujeres lo utilizaba como narcótico.
Hernández de Boncalo, cronista e historiador de las Indias, fue quien trajo las primeras semillas de tabaco que llegaron a Europa en 1559. Estas semillas fueron plantadas en tierras situadas alrededor de Toledo, en una zona llamada los Cigarrales porque solían ser invadidas por plagas de cigarras. Allí se inició el cultivo de tabaco en Europa y, por este motivo, algunos historiadores sostienen que el nombre de cigarro proviene de esta circunstancia. Su nombre se debe a la palabra árabe «tabbaq» nombre que se aplicaba a diversas plantas medicinales… que curioso ahora es veneno.
¿Quién no ha oído hablar del tabaco de Genevilla? Grandes historias y aventuras han girado entorno al tabaco de Genevilla. Cada familia sembraba en la huerta por San José para después pasarlo a las fincas en planta. Su desarrollo es rapidísimo en 90 días crece entre uno y dos metros.
Todo el tabaco que se producía, se debía de vender al gobierno pero cada vecino se guardaba una parte o aprovechaba los retoños que salían después de cortar la planta, que era bastante peor, para venderlo como «extraperlo» que se pagaba más caro que lo que pagaba el gobierno por el bueno.
Extraperlo en tiempos del racionamiento, transporte por el monte con ganados a altas horas de la noche para evitar los arbitrios y la pareja de la guardia civil, manojos de hojas húmedas rodeando el cuerpo de las mujeres y de los hombres por debajo de la ropa para pasar los controles de la benemérita. A la larga han acarreado no pocos reumas. Sacos de alubias que en el fondo contenían las doradas hojas, uno de los pocos vicios que tenía la gente: el oro fumable.
Por su orografía: tierras calcáreas con una altura que ronda los 600-650 metros y algo que era la envidia de todos los pueblos vecinos que era el manantial de la Celagüa. Agua transparente, fría, muy fría. Se hacían apuestas de quién aguantaba más tiempo con el brazo sumergido debajo del agua en el nacedero, el dolor del que más aguantaba era insoportable, pero todo fuese por ganar la apuesta… Agua que regaba todos los campos cercanos al pueblo por su propio pie. No había motores, no había bombas de riego, pero teníamos pendiente y abundancia de agua y ese el secreto del mejor tabaco de Navarra y de unas alubias, que hasta los Hermanos Anoz dedicaron una jota.
Grandes disputas en el reparto del agua para todos los agricultores. Grandes esperas durmiendo en el nacedero para estar en el reparto del regadío. Cuando amanecía, el que estaba allí tenía agua, el que venía más tarde tenía… problemas. Desde allí se refrescaba todo el campo de tabaco principalmente, pero también de remolacha, patatas, alubias de denominación de origen GENEVILLA, y todas las huertas que abastecían más que ahora de tomate, pimentos, lechugas, etc. Ahora sólamente Oscar Eraso Azazeta se atreve a comercializar las pochas de Genevilla.
Cuando en los demás pueblos se bañaban en el río (el que tenía río) en Genevilla teníamos «piscina». Un gran depósito de agua que abastecía a la central eléctrica de Genevilla que daba luz a una docena de pueblos, nos servía para bañarnos a 4 metros y medio de profundidad. Monedas en el fondo para recogerlas con la boca (los máquinas) y los demás con la mano, quien lo conseguía.
Sí señores, aunque no se lo crean teníamos central de luz que en los años 60 daba luz a 14 Localidades;
5 Navarras;Genevilla,Cabredo,Marañón,La Población, y Meano y 9 Alavesas ;San Román de Campezo,Quintana,Urturi,Angostina,Cripán , Yécora,Barribusto,Labraza,y Moreda, después se cerró por obsoleta. En los años 80, si no hubiese sido por falta de recursos y el desinterés por parte del Gobierno de Navarra en no aceptar el proyecto, hubiese sido una de las primeras centrales autosuficiente y autónomas de Navarra.
Ya es poco el tabaco que se cultiva. José Ramón Pérez del Notario y Esteban Echagoyen son las únicas familias que hacen del cultivo del tabaco una forma de vida y un bien turístico para los urbanitas que se acercan a nuestra villa disfrutando de nuestras 2 casas rurales que ya disponemos. Echamos de menos ese trasiego en las calles del pueblo con el tabaco en el suelo amontonado con familias enteras, desde el abuelo hasta el mocoso más pequeño de la casa, todos ayudaban en el atado antes de colgarlo en los secaderos de los pajares. Se echa de menos también, ese olor en septiembre, octubre por todas calles a tabaco secándose… era algo que entonces era lo normal y ahora añoras.
Genevilla villa montañosa bañada por el río Ega que llega con poco caudal pero al cruzar nuestro municipio desde el reajo ruidés, la fuente la salud, Celagüa, las parcelas, La Edesa, Zarrazín, la fuente del Cristo y dobla su caudal cuando nos deja con el reajo del mato en puente nueva.
Mis recuerdos de niño me llevan a las parcelas: Esplanada húmeda lindando el Ega, humedal de grandes juncales, reajos y el ganado pastando. Cuando salíamos de la escuela íbamos a las parcelas y cada niño se encargaba de sus animales: una vaca, la yegua, el macho, la mula, las cabras etc… horas que recuerdo cogiendo cangrejos a mano ,cangrejos rojos, renacuajos, alguna culebra ,sapos, nos montábamos en las yeguas cabreando bastante a su dueño, hacíamos casetas de indios (que era lo que veíamos en las películas de John Wyane), comprábamos pipas Facundo a la Señora Paulina y La Señora Teresa para ver si nos salía la bola roja con premio, y regalices.